Según los resultados de una encuesta a 4.000 jóvenes entre 15 y 24 años, los jóvenes se ven a sí mismos como consumistas, egoístas, preocupados sólo por el presente, con poco sentido del deber y del sacrificio. Para los autores del informe, uno de los datos más preocupantes de su estudio es precisamente el que "los jóvenes del año 2005 tienen una baja autoestima que además es notoriamente más acentuada que la de los jóvenes del año 1994". Lo que quieren es simplemente vivir al día, no tener problemas en casa y poder salir con los amigos en el fin de semana hasta el amanecer. No son revolucionarios, ni tienen interés en sus estudios o en el trabajo. Estos valores —explica el sociólogo Javier Elzo, uno de los autores— "denotan una situación de inestabilidad, inseguridad e incertidumbre personal, y apelan a la amistad, la gratuidad, la relación íntima y en profundidad con otra persona como grandes querencias de su vida, como sus primeros y principales objetivos vitales". Los jóvenes se refugian en lo privado, en la familia y en los amigos: están instalados en la adolescencia y se vuelcan en el ocio, que se ha convertido en un elemento central de sus vidas para el 92% de los encuestados, muy por delante, por supuesto, de los estudios o del trabajo "Conciben el trabajo como un medio instrumental para conseguir dinero —explicaba Pedro González Blasco, director del informe—, pero se realizan fuera de él". Pocos son los jóvenes que quieren realmente aprender, que quieren estudiar de verdad, menos todavía los que quieren cambiar el mundo. Cuántos estudiantes llegan a la Universidad por pura inercia, con el deseo de obtener un título sólo para dar gusto a sus padres. Muchos de nuestros jóvenes, aunque hayan cumplido ya los veinte años, se encuentran en una situación de adolescencia prolongada: no quieren luchar por hacer un mundo mejor, les basta con un mundo más fácil. "Los padres querían cambiar el mundo; los hijos, como han visto que no se puede cambiar y encima no encuentran trabajo, se conforman con bebérselo metido en un botellón", expresó un periodista. Realmente impresiona acercarse una noche de viernes o sábado a un macrobotellón o a un botellón ordinario. Cuando era joven emborracharse era algo que ocurría accidentalmente por la mezcla de bebidas o por lo que fuera, pero nunca era algo que se buscara deliberadamente. Ahora los chicos y chicas de catorce años en adelante salen para emborracharse con sus amigos y en una elevada proporción para consumir la droga que han "pillado" —como dicen en su jerga juvenil— en los días precedentes. Viven toda la semana preparando la salida del fin de semana: con quién van a salir, dónde van a ir y qué van a consumir”.
¿Es muy distinta la realidad de la juventud española en relación a la juventud chilena? ¿Por qué causas lo jóvenes buscan divertirse de esa forma? ¿Es sano, aunque sea de vez en cuando, emborracharse o drogarse?